Fernando Gamboa es un persona seria y sobria, pero internamente el se describe: “Soy un tipo sensible, que me movilizo por el afecto y vivo a corazón abierto.” A su vez agrega: “Soy un ser humano frontal y honesto que detesta la mentira y la traición. Me considero una buena persona”, algo que se aprecia al ser querido por el ambiente del fútbol.
Gamboa cómo jugador se inició en el club Arteaguense, después pasó a Newell’s y jugó en River y Boca. Su paso del pequeño club de Arteaga a uno de los grandes de Rosario se dio a los 14 años, podría haber sido a los 13, pero por querer jugar un partido en la primera de su club de inicio le quebraron la tibia y el pase se demoró un año.
También estuvo en el fútbol español, donde mostró sus dotes cómo jugador y su carácter dentro y fuera de la cancha. Cuando estuvo en Oviedo le tocó disputar la promoción para no descender y se enteró que el dueño del club había vendido las acciones porque ya daba por perdido el partido. El equipo logró ganar, el Negro convirtió un gol y se salvaron de bajar a segunda. Cuando el dueño felicitó al plantel Gamboa le dijo que no merecía su respeto y esto le llevo a quedar libre.
El cambio de ser aquel gran defensor, líder dentro y fuera de la cancha y que hiciera la chilena para pasarle la pelota al arquero a ser entrenador no fue sencillo. Un jugador, que a pesar de su fortaleza física, nunca lesionó a nadie y que le gustan la estética en el fútbol, prioriza a los jugadores que dan el pase a los compañeros sobre los que la revientan.
En su etapa como entrenador siempre ha vestido de negro por que “el partido es un momento cúlmine de la semana, es como una gala”. Desde afuera se ve una gran fortaleza anímica, pero Gamboa dice todo lo contrario, comenta que es un tipo “muy pasional” y que cuando las cosas no le salen “canaliza todo con el llanto.” Para superar esta debilidad psicológica, el Negro tuvo que ir al psicólogo y los considera necesarios, al él lo ayudo mucho.
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